La chimenea. Por Paola Troz

Por lo general soy muy friolenta, y esa noche hacía mucho frío…
Había una chimenea en el hogar donde me encontraba , así que me hice de un lugar estratégico cerca del fuego para mantener el calor.

Teníamos una reunión esa noche pero francamente yo no tenía nada planeado por decir por lo que procuré escuchar , y ser una simple espectadora del tema que se expondría.
Siempre cerca del  fuego ponía atención a los detalles de la reunión  pero no pensaba hablar.

Al pasar los minutos el calor de la chimenea se intensificó así que me moví  al  lugar opuesto.
Mala idea, porque bastaron diez minutos para que mis piernas y reflejos en general comenzaran a temblar de nuevo.  Me costaba mucho controlarme en el frío.

No quería estar interrumpiendo la reunión por estar moviéndome de un lugar a otro,  pero por más cautelosa que intentaba ser simplemente decidí volver a mi lugar de origen.
 
Cerca del calor o de lo contrario colapsaba  con una hipotermia súbita y sí que iba a hacer que se interrumpiera la noche del todo!!
 Al poner mis manos cerca del fuego como rayo veloz  para volverme a calentar,  fué como si  un susurro  al oído y corazón me dijera claramente:
 “ Permanece cerca… no te apartes de Mi calor…  hablarás y Yo te mostraré qué decir…”
De inmediato comencé a orar en mis adentros y en mi humanidad intenté ordenar lo que expondría pero lo cierto es que no tenía ni orden en mis pensamientos, ni idea alguna de lo que iba a decir.
Mi corazón latía fuertemente. Estaba algo nerviosa.
Cuando me percaté de eso, decidí respirar y confiar.
 
Confiar en las palabras que saldrían de mi boca porque al fin y al cabo no tenían nada que ver conmigo; sino más bien con algo que tenía que ver con mi Padre Celestial.
 
 
Somos sus instrumentos en esta tierra y El sabe perfectamente como tocar con delicadeza cada una de nuestras cuerdas. El como único arreglista se encarga de todos los  acordes del arreglo musical celestial que desea interpretar.
El nos musicaliza y nos afina en todos y cada uno de los detalles.


Al calor de esa chimenea, se equilibraron poco a poco mis fuerzas y en el momento indicado pude exponer, pude hablar.

Automáticamente deje de temblar...
 

"... pero el gran amor del Señor envuelve a los que en el confían"
Salmo 32:10
 

Hablé y mis temores se desvanecieron con el frío inmenso. Sentí  a Mi  Padre  cerca.  Sentí Su respaldo.  Su calor me abrazó en cada frase y sentí cómo cada palabra que salió de mi boca fué afinada por El.

Hablé y al terminar sentí Su paz, esa maravillosa paz que sobrepasa todo entendimiento.
( Filipenses 4:7)
Esa paz que nada ni nadie del mundo te puede dar.
Solo El al acercarte  a Su calor celestial y al maravilloso beneficio de obedecerle, porque cuando sus hijos le obedecen tienen una incomparable ganancia Espiritual.



Esa chimenea me recordó que solamente cerca de Su Presencia no desfallece mi alma ni mis huesos porque Su Presencia le trae el calor más gratificante a mi existencia y  un  orden adecuado para accionar a pesar de toda limitación.

Cuando admiramos de cerca el calor de  nuestro  Dios tan  REAL  como  dueño y creador de todo lo que existe, nos percatamos de que lejos de El nada somos, desfallecemos;  y solamente cerca del calor de  su Presencia podremos decir y hacer lo que por nuestros humanos medios jamás lograríamos ni tan siquiera iniciar.

Siempre cerca.
Cerca de Su amor.
Cerca de Su paz.
 Cerca de su voluntad.
Para agradarle al Único que debo agradar y a nadie más,  descubrí que es cerca de La chimenea, donde debo estar.

Mi esencia es Su Presencia porque es donde encuentro mi lugar eterno.
En Su calor se alberga todo mi mundo, toda mi seguridad...

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