El color de mi bandera. Por Paola Troz.
Estando en Argentina noté que cuando hablaba en los lugares que visitabamos, más personas de lo usual me observaban o notaban mi presencia. En varias ocasiones no se quedaban con la duda y se acercaban a preguntarme de que país era, yo muy orgullosa respondía: soy Costarricense.
Me llamó la atención cuando un señor me preguntó si era brasileña… pensé: qué raro! Ni que mi español no se entendiera…! Pero conforme pasaban los días, fui descubriendo que mi lenguaje cotidiano tiene otro significado allá. Es como si nuestro español fuera chino para ellos! Por ejemplo, algo tan sencillo como:
“ Jale a consumirnos a la piscina!!” confunde a todos porque no reconocen ninguna de la palabras, no las entienden! Por supuesto que cuando vieron que corría para lanzarme a la pileta a todos se les aclaró el panorama.
Nuestros actos respaldan con fuerza nuestra identidad, y nuestra manera de expresarnos dice quienes somos . “ De la abundancia del corazón habla la boca” ( Mt 12:34 )
En cualquier parte del mundo se reconoce de inmediato el “ che! “ de los argentinos o el “pura vida” de los ticos. Reconocemos a las personas por su forma de hablar y su acento, comidas o costumbres. Reconocemos la identidad de alguien por el color de su bandera.Pensando en esto, me pregunté: ¿qué pasa cuando lo aplicamos a nuestra vida espiritual? ¿Sabemos quiénes somos? ¿ Podemos hablar de nuestra tierra o nuestras raíces?
¿De qué color es nuestra bandera? Si alguien me pregunta de qué color es mi bandera, primero le contaría que en mi tierra tengo una maravillosa libertad y beneficios que se me otorgan por tener pasaporte de hija de Dios. Les contaría también que tengo trabajo de embajadora a nivel mundial y que no me cobran impuestos! Si alguien me pregunta de qué color es mi bandera , con el mismo orgullo con el que respondí que soy Costarricense, respondería que el único color que tiene mi bandera es el de la luz de Jesús.
En realidad tenemos una identidad celestial que no podemos desperdiciar porque es para nuestro total beneficio. Qué hermoso que esa identidad pueda reconocerse en cualquier lugar que estemos y que con orgullo mostremos nuestra bandera. Tenemos los beneficios del cielo a favor nuestro, y que suerte que para entrar ahí no necesitemos pasaporte o visa. Lo que sí necesitamos es un corazón abierto y dispuesto a pertenecer a la familia del Dios Altísimo. Lo que sí tenemos es un Padre amoroso y poderoso que desea sellar nuestra vida con Su amor, Su apellido, y Su cobertura . Un Padre que desea sellarnos con Su identidad eterna levantando Su bandera en nuestras vidas.
2 corintios 5:20
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