Esencia de Mujer Por Paola Troz



Durante algún tiempo estuve trabajando con mujeres. Estudiábamos la Biblia juntas, oramos y adorábamos.
He descubierto que todas tenemos un común denominador, una necesidad absoluta de Dios.

Sin embargo al compartir con ellas me percato de la frágiles que somos y lo expuestas y vulnerables que nos encontramos en un entorno hostil y limitante en nuestro medio. 

Conozco a mujeres asombrosas a las que les cuesta avanzar en sus llamados, sus familias están en desequilibrio, su relación conyugal si es que tienen una sufre por algún motivo o si están bajo sus propios medios, anhelan estabilidad emocional y buscan en lugares errados esa “respuesta” encontrando  luego más frustración y dolor.

Muchas de nosotras anhelamos estabilidad y resguardo emocional, físico y sobre todo espiritual pero Dios trae equilibrio a nuestras vidas primero cuando le buscamos a Él, a su Reino y su justicia  porque todo lo demás viene por añadidura. Esa es su promesa.

Nos ama tanto que quiere darnos lo mejor de sus tesoros, pero antes debe transformarnos en lo profundo de nuestro ser  para poder entregarlos.


¡Quiere mostrarnos que en la grandeza de Su Amor no hay límites ni escasez!






Él sabe que no solo somos capaces de transformar  nuestras propias circunstancias, sino también  la condición de nuestra familia por la fuerza que  ha depositado en nosotras...

Fuerza de leonas
fuerza de guerreras.


Todo eso Dios lo quiere canalizar para Su Reino a partir de nuestras familias.
¡La familia que nos ha entregado a cada una, la familia que Él nos confió!

En las familias hay un poder tan grande porque es el diseño creado por Dios y el lugar que ocupamos es tan vital , que necesitamos entender esa fuerza a partir del plan de Dios, de Su confianza en nosotras y del rol correctamente ejecutado para darle a este mundo nuevas esperanzas en Cristo.

En nuestras manos han sido delegadas las vidas de nuestros hijos como saetas con misiones importantes para estos tiempos y el corazón de hombres valientes y esforzados que requieren del impulso del Espíritu Santo que salga de nuestros propios labios en cada palabra que hablemos.

Nuestros hijos y nuestros esposos son esperanza en Cristo para esta sociedad de hoy.
Y la persona más cercana a ellos somos nosotras mismas. Nadie más.

Como los alimentamos o cuidamos de sus vidas, va mucho más allá de horarios de comida y cumplir nuestras responsabilidades diarias con ellos. ¡Nuestro cuidado debe ser espiritual! 
Ese es el poder de la influencia que podemos tener.






Es necesario orar juntos , conversar de la Palabra juntos, generar ambientes de adoración en familia y porque no hasta ayunar por propósitos familiares específicos para ver la voluntad de Dios

Debemos entender como mujeres que nuestras manos tienen tanto el poder de construir grandes y sólidos castillos para resguardar a  los que amamos, como también para destruir los muros más impenetrables con nuestras palabras, intenciones o actitudes erradas del corazón.

 Nuestras manos y palabras pueden construir, pero también pueden destruir...

“ Ella es la fuente de bien, no de mal, todos los días de su vida ” Proverbios 31: 12 

Es nuestra elección, elijamos bien 
Elijamos seguir al Maestro, a Jesús. 
Él nos abrirá el camino.


No podemos pedirle ayuda a Dios y esperar respuestas suyas si hacemos lo que a nosotras nos parece.
No podemos pedirle a Dios que restaure nuestros matrimonios o nuestros hijos a partir de nuestro propio plan porque eso simplemente no funcionará.

Y en caso de que en la familia no exista la figura del matrimonio como tal, no podemos pedirle a Dios que restaure nuestro corazón o traiga Su estabilidad si continuamos decidiendo y actuando según nuestra propia voluntad nuestros propios antojos, impulsos o caprichos.

Eso tan solo nos aparta de Su Presencia. Eva sin duda aprendió esta lección muy bien al ver sufrir junto a Adán las consecuencias de su desobediencia lejos de la Presencia y la santidad de Dios; pero la libertad que Jesús trajo en la cruz nos vuelve a posicionar como mujeres hoy por hoy ya no en el lugar de maldición que nos heredó el pecado, sino en una posición de bendición, restauración, conquista y VICTORIA en Cristo Jesús!
A Dios no lo podemos tratar como de una manera errada muchas veces se trata al esposo a los hijos.
 No nos equivoquemos.

Cuando le damos el control a Dios, es el momento de despojarnos de todo por amarle.
Porque Él es lo más importante, y cuando se trata de fallar, nuestro temor reverencial más grande debe ser el de fallarle. 

¡Cuando Dios está en control nosotras mismas debemos someternos a Su Soberanía, a Su plan y a Su Dominio absoluto!

Nuestro rol sano con Dios es el de dependencia absoluta como sus hijas, fomentando cada día una sana y constante relación.
¿y cómo hacemos esto?  

1-En oración, en adoración y en el estudio profundo de Su Palabra pero para esto debemos disponer nuestro corazón.

2- Aprendiendo a conocer a la persona del Espíritu Santo porque es la mejor guía que podamos tener.

Es ahí cuando nace la relación más importante que podamos llegar a alcanzar en nuestras vidas y la única relación que satisface todo nuestro ser.

Somos una creación tan valiosa para Dios que el enemigo de nuestra alma ataca en las áreas donde más propensas o inseguras nos sentimos o en las que más hallamos fracasado a lo largo de nuestra vida; ya sea física, emocional o espiritualmente hablando, desvirtuando lo que Dios ha depositado y creado en cada una.

Desvirtuando el potencial que hay en nosotras y procurando por todos los medios de minimizarlo o aislarlo.
Pero en Dios hay otra realidad, que trasciende cualquier mentira que se quiera asentar en nuestros pensamientos...
Somos sus joyas
somos su orgullo 
somos sus hijas amadas...

Esa es la esencia de ser mujer.

¡Dios tiene un plan asombroso para nosotras y un plan que se llevará a cabo a través de nosotras!

Nuestros pensamientos deben someterse a la Soberanía de Dios y en ese momento inicia nuestro camino a la libertad “Llevando cautivo todo pensamiento a la orden de Cristo Jesús!” 

Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo”
 2 Corintios 10:5

Honremos a nuestros esposos dejándolos ser libres, porque nuestro Esposo y Primer  amor que es Dios, se encargará de lo necesario para transformarlo, equiparlo y lo cuidarlo.

Honremos a nuestros hijos dejándolos ser libres porque Su Padre y Creador los resguardará.

Nuestro trabajo siempre como madres o esposas es sin duda orar e interceder. Adorar y confiar enriqueciéndonos con las promesas de Su Palabra y declarándolas a viva voz para nosotras y nuestras familias o circunstancias.

Honremos y cuidemos nuestro propio corazón como mujeres porque Su Palabra nos dice que del corazón mana la vida. ¡Nuestra vida!

No podemos esperar una respuesta de poder de parte de Dios si no tenemos 
la valentía necesaria para confiarle nuestras vidas, nuestras familias o nuestra condición.

¡Nuestra valentía y confianza en Dios a ciegas siempre marcará la diferencia!

Seamos afables y apacibles en nuestras vidas, en nuestros hogares y en nuestras decisiones tal y como nos invita la Palabra...

Para que nada en nosotras pueda ser corrompido o dañado por el sistema de opresión que muchas enfrentan precisamente por no rendir sus vidas al Creador del diseño perfecto de nuestras vidas. DIOS.

Bajo su diseño fuimos creadas. 
Somos hecha a su imagen y semejanza.


Honremos a nuestro Creador y a la familia que nos dió. Sea como sea...
Lo único que la va a completar y levantar es el Poder de nuestro Padre Celestial y nuestra oración y  confianza en nuestro Hacedor.

El modelo perfecto está basado en Dios
y sobre todo honremos nuestro propio corazón dirigiendo todo nuestro amor al lugar más seguro y refugio confiable que nos guiará y resguardará en medio de cualquier tormenta que debamos enfrentar.

Ese lugar seguro que tan solo podemos encontrar en el amor del Padre Celestial, del  Hijo y del Espíritu Santo.
El amor que nos da identidad real.






Que su belleza sea más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Ésta sí que tiene mucho valor delante de Dios.” 1 Pedro 3:4

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