Mi amigo el Jardinero. Por Paola Troz

La hectárea donde corro es un lugar  muy especial para mí. La visito dos o tres veces por semana y disfruto pasar mi tiempo a solas en ese lugar.  Ahí, trabaja un jardinero dedicado al cual admiro mucho.
Por la frecuencia con la que visito el lugar, nos hemos hecho buenos amigos. Nos saludamos con cortesía y en ocasiones conversamos de la vida cuando yo termino mi entrenamiento y eso coincide con el  descanso  que el toma.

 Es un señor mayor como de la edad de mi abuelo, o tal vez menor, y por esa razón admiro su esfuerzo y habilidad para mantener impecable esa hectárea  porque no es fácil y el  realmente lo logra.

El otro día hubo una actividad o fiesta y al llegar a la hectárea , encontré que todo estaba sucio, descuidado, y  lleno de barro mal oliente. 

Me entristeció bastante porque conozco el lugar y en nada se parecía al que mi amigo el jardinero cuida y mantiene con tanto cariño. 


Me sorprendió ver como había quedado el lugar, pero más me sorprendió ver la indiferencia de las personas y lo poco que les importaba la condición en la que se encontraba esa querida hectárea.

El corazón de las personas se parece mucho a la hectárea porque fue creado con inmenso amor para que el Padre Celestial cual jardinero amoroso, pudiera sembrar, plantar, limpiar y cuidar con entusiasmo. 

El corazón de las personas  fue tratado con paciencia y dedicación para que al pasear por ahí Su propio corazón, el de un Padre que nos ama con inigualable amor se sintiera complacido de la belleza de ese jardín, obra de Sus manos.

Sin embargo la indiferencia y la dureza pueden generar caos, desorden y  una suciedad que no permite que la belleza genuina pueda ser disfrutada en todo su esplendor. ¿Cuál es la condición en la que se encuentra hoy el corazón?...

Ese día volví triste de la hectárea y no encontré por ningún lado a mi amigo el jardinero. Casi agradecí que no estuviera porque sé que se hubiera entristecido tanto como yo de ver el jardín, y el estado en el que estaba.

Días después, me costó volver porque francamente después del caos que vi, sabía que tomaría su tiempo ordenarlo y me desmotive bastante.

 Cuando por fin regresé, lo encontré de nuevo a mi amigo el jardinero afanoso y con toda su energía limpiando el jardín. No entendí ni su paciencia, ni su esmero.

 Ni siquiera estaba triste porque al verme me saludó y me sonrió como siempre. No hubo en Él reclamo o queja alguna; solo la misma devoción característica de su amor por lo que hace.
Así es Dios con nosotros  sus hijos y con nuestro corazón... Sin importar cuánto barro haya en ellos, o cuanto lo hayamos descuidado,  El lo limpiará con amor y esmero y sin importar cuánto tiempo le tome una y otra vez lo hará, una y otra vez volverá a sembrar, una y otra vez volverá a comenzar...

El jardinero Por Excelencia, Nuestro Dulce y Paciente Padre Celestial.

En su palabra encontré esta bella  promesa para TU corazón:  “ hará brotar ríos en las áridas cumbres y manantiales entre los valles. Transformará el desierto en estanques de agua, y el sequedal en manantiales. Plantará en el desierto cedros, acacias, mirtos y olivos; en áridas tierras plantará cipreses junto con pinos y abetos para que la gente vea y sepa, considere y entienda que la mano del Señor ha hecho esto, que el Santo de Israel lo ha creado.”  Isaias 41:18-20





Mi oración por ti hoy: que tu corazón pueda ser transformado por las manos poderosas del que con paciencia espera poder sembrar

 de su Gracia, su Favor y su Perdón en lo más profundo de tu ser, en la tierra fértil de tu vida y de  tu corazón.  En el nombre de Jesús, Amén.

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