Sabor a mango. Por Paola Troz

Recuerdo una particular ocasión en Manuel Antonio donde había árboles por doquier repletos de mangos maduros, listos para comerse.  Me detuve frente a uno de esos árboles en particular .

El  problema en esa ocasión era  que los mangos  estaban demasiado alto  y no tenía ninguna herramienta  para ayudarme a adquirir el deseado fruto que en medio de aquel calor parecía  reírse en mis narices por no tener la menor idea de cómo alcanzarlo.
Casualmente me encontraba con una amistad extranjera y nos reíamos de ver lo indefensos que estábamos ante el gigantesco árbol repleto de mangos y nosotros completamente incapaces de comernos uno.

Pudimos darnos por vencidos ahí mismo y quedarnos con ese mordisco jugoso solamente en nuestra imaginación o en nuestros sueños, sin embargo admito que ante tal delicia no podía quedarme  simplemente con mis brazos cruzados y con mis sueños frustrados.
Analicé el entorno  y vi una singular piedra, de inmediato la tomé y  apunté con  precisión hacia el mango más delicioso que había.

 Desee con todo mi corazón pegarme al mango y lancé la piedra.


Par a mi sorpresa le dio en el lugar justo,  y al ver caer el deseado mango  mi amistad y yo brincamos de alegría y asombro por el logro alcanzado.

Los frutos se disfrutan más cuando vienen acompañados de esfuerzo por más mínimo que sea.

Puede ser que haya  muchos frutos maduros y jugosos ante nuestros ojos relacionados con diferentes circunstancias o sueños y anhelos en lo profundo de nuestra alma,  y aunque los deseemos con nuestro corazón no tengamos ni las herramientas ni la menor idea de cómo alcanzarlos,  o como llegar a ellos.
Nuestro Padre Celestial  prepara esos frutos y  los pone ante nuestros ojos para que busquemos con anhelo y esfuerzo alcanzarlos.  Su mayor deseo es que podamos disfrutarlos porque siempre quiere darnos lo mejor.
Es cuestión de mirar con atención al entorno que nos rodea porque podría estar gritándonos la singular solución y esta puede tener  forma de  piedra.  Lo importante es que la podamos reconocer y la utilicemos con confianza porque Dios nos pone siempre las herramientas necesarias para hacerlo al alcance de nuestra mano.
La precisión y la fuerza al lanzar  vienen  de Su mano.

Siempre existirá  la opción de no esforzarse  y permanecer con el sabor en la imaginación. Pero la mejor parte está en ver  el fruto caer ante nuestros propios  ojos   para disfrutarlo en vivo y a todo color.
Recuerdo que nos fuimos con el mango tan felices  y orgullosos, como si fuera el mejor de los trofeos. Lo lavamos,  lo partimos y  nos lo comimos riéndonos  de nuestra anécdota. Lo disfrutamos tanto…   

Acostumbro comprar  mangos maduros cuando voy al supermercado y los disfruto mucho pero nunca un mango me supo mejor , porque  aquel mango cayó a mis pies  más fácil y pronto de lo que yo misma me hubiera imaginado con el esfuerzo y la ayuda de la aquella singular piedra y la precisión que solo pudo haber venido de Dios.





Que Dios te permita saborear todos sus frutos en vivo y a todo color!!



"Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley." Gálatas 5:22


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