Cuando Dios quiere llevarnos a lugares más altos. Por Paola Troz
La madrugada previa a un viaje a Argentina, comenzó una fuerte tormenta. Me desperté de repente y las ansias del viaje así como esos vecinos inesperados que deciden cantar karaoke a la una de la mañana, decidieron hacer fiesta.
Yo solo necesitaba dormir! Debía estar muy temprano en el aeropuerto.
Me mantuve gran parte de esa tormentosa madrugada despierta escuchando la fuerte lluvia que no paraba y los fuertes vientos.
Mis pensamientos comenzaron su canción de karaoke… :“bueno: nuestro avión probablemente se mueva más de la cuenta por un buen rato para salir de Costa Rica… espero que no se atrase mucho el vuelo.. espero que mi hijo no se asuste en el avión… espero que la tormenta no sea tan terrible”… espero, espero…
La verdad descansé poco pero si decidí aprovechar mejor mi desvelo conversando con Dios en lugar de pensar tanto enredo.
“En ocasiones para salir de las tormentas debemos adentrarnos a ellas, meternos en ellas.”
Una vez que las enfrentamos, Dios puede llevarnos a lugares más altos desde donde nuestra perspectiva cambia.
Las tormentas se enfrentan desde abajo donde los pensamientos forjan alianzas estratégicas con ellas que pueden derribarnos, pero les hacemos frente acudiendo a la oración como escudo al temor. Les damos algo así como un” knockout” de oración para que dejen de molestar.
Una vez que el avión realizó el despegue, desde la ventanilla encontré un maravilloso cielo abierto que literalmente me permitió ver debajo de mi esas nubes, esa tormenta responsable del desvelo de la noche anterior.
Pude ver nuevos horizontes y extender mi visión; pude extender mis sueños y encontrarles nuevas formas, nueva luz.
Las tormentas también se aprecian desde arriba, cuando ya no pueden hacerte daño y algo maravilloso sucede; se transforma el “ espero.. espero , en confío, confío…”
Entré a una nueva dimensión de paz acompañada por un gran bostezo que me hizo recordar que era tiempo de intentar recuperar las horas perdidas de sueño, era tiempo de disfrutar de un merecido descanso con un nuevo día con un nuevo sol.
Si atravesamos la tormenta de la mano de Dios, descubrimos al mirarla que ya no puede hacernos daño.
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